viernes, 19 de diciembre de 2008

Mensaje de Navidad de nuestro Obispo Miguel


El amor vino para quedarse

“Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo” S. Juan 3:16

La esencia, la naturaleza del Dios en quien creemos los cristianos, es amor.

Ese amor le motivó para crearnos aún cuando en su omnisciencia sabía de nuestro rechazo, de nuestro pecado,
porque por ese mismo amor, ya y aún antes de crearnos, quiso salvarnos y darnos vida.

Ese amor se hizo carne de la carne de María la Virgen y se llama Jesús de Nazareth, quien vivió y murió como uno de nosotros, pero resucitando nos ganó la vida eterna.

Y su encarnación se hizo permanente al enviar a su Espíritu Santo para morar en su pueblo, la Iglesia, que llega a ser entonces la extensión de la Encarnación.

Vino para quedarse.

Cuando los cristianos celebramos su nacimiento, su irrupción en nuestra historia, debemos hacerlo conscientes de lo que somos y debemos aceptar el desafío de lo que debemos ser.

Por eso cobra de nuevo vida el canto de los ángeles, la alabanza de los pastores, y los presentes de los sabios.

Somos llamados a perpetuar ese amor que es eterno y que vino para quedarse. Si mora en nosotros, está presente hoy y siempre.

Somos llamados a ser nuevos pesebres donde el Niño/Dios nazca y ser presencia de ese amor hoy, siglo XXI, en medio de crisis, de penas y dolores.

A un mundo así El no se negó a venir. Fue hijo de madre soltera con toda la carga negativa que eso tenía y tiene todavía. No tuvo un lugar para nacer ni donde recostar su cabeza. Siendo rico se hizo pobre, y sirviendo a todos, solo se ganó la muerte en la cruz.

Que tengamos un santo tiempo de Navidad ofreciéndonos para hacer real la presencia del amor de Dios que vino hace más de dos mil años y que vino para quedarse, es mi oración, y en nombre de ese amor les bendigo, ahora y siempre.

Vuestro pastor, amigo, hermano y obispo,

+Miguel