lunes, 15 de diciembre de 2008

Mensaje de Navidad del Arzobispo de Canterbury a la Comunión Anglicana

Los seres humanos, dejados por sí mismos, han imaginado a Dios en todo tipo de formas; pero, aunque hubo una o dos instancias, en la Antigua Grecia y el Antiguo Egipto, de dioses representados como niños, le tocó al Cristianismo el introducir al mundo la idea de Dios en la forma de un bebé: en la forma de una completa dependencia y fragilidad, sin poder o control. Si se detienen a pensar acerca de esto, es aún sorprendente. Y también es profundamente desafiante.

Dios eligió mostrarse a sí mismo en una vida humana completa, diciéndonos que cada etapa en la existencia humana, desde la concepción hasta la madurez y aún la muerte, era en principio capaz de decirnos algo sobre Dios.

Aunque lo que aprendemos de Jesucristo y lo que su vida hace posible es único, esa vida aún significa que miramos de manera diferente a la vida de los demás. Hay algo en nosotros que es capaz de comunicar lo que Dios tiene para decir - la imagen de Dios en cada uno de nosotros, que se expresa en su perfección solo en Jesús.

De ahí la reverencia que como Cristianos debemos mostrar a los seres humanos en toda condición, en cada etapa de la existencia. Esta es la razón por la que no podemos considerar a los niños que aún no nacieron como menos que miembros de la familia humana, el por qué aquellos con discapacidades o privaciones no tienen meno derecho a demandar de nosotros que cualquier otra persona, por qué intentamos tener un sentido amoroso de la vida humana aún cuando se acerca a su fin y difícilmente podemos ver algún signo de libertad o pensamiento.

Y de ahí la preocupación que debemos tener acerca del bienestar de los niños. Cuando vemos alrededor del mundo, hay mucho para provocarnos a un mayor enojo y protesta sobre lo que le ocurre a los niños, de lo que frecuentemente parecemos sentir o expresar. Este año, en el Reino Unido, ha habido muchos debates públicos acerca de la niñez, en la medida que la investigación ha subrayado la falta de seguridad emocional que muchos niños aquí sienten, el algo costo del divorcio y el resquebrajamiento de la familia, el efecto desproporcionado de la pobreza y la deuda en los niños, y muchos otros problemas. Estamos esperando la publicación en el Año Nuevo de una encuesta realizada a lo largo de la nación, sobre lo que la gente piensa que es una “buena niñez”, auspiciada por la Sociedad Infantil, y su larga asociación con la Iglesia Anglicana.

En otras partes contemplamos visiones aún más horrendas - niños soldados desplegados aún hoy en partes de África y Sri Lanka, la carga impuesta a los niños en lugares donde el VIH y el SIDA han borrado una generación completa, dejando solo a los ancianos y a los jóvenes, el destino de los niños en áreas de conflicto como el Congo y el Medio Oriente y el trato insensible que tan frecuentemente se le da a los niños refugiados y a quienes buscan asilo en países más prósperos.

“Aunque ahora lo vemos como un niño, Él ocupará el trono de su Padre” dice el himno de Navidad. Si es verdad que el niño de Belén es el mismo que vendrá otra vez en gloria a juzgar a vivos y muertos, ¿cómo nos pararemos frente a él si hemos permitido que su imagen en los niños del mundo sea agraviada y desfigurada? En la semana en la que estoy escribiendo esto, el público Británico está tratando de sobrellevar la revelación del asesinato de un niño muy pequeño. Recientemente acompañé a un número de estudiantes y líderes de fe Británicos en una peregrinación a los campos de exterminio en Auschwitz, donde algunas de las más terriblemente inolvidables imágenes tienen que ver con la matanza sistemática de niños Judíos - sus juguetes y ropa aún en exhibición, saqueadas de sus cuerpos muertos por sus asesinos.

Navidad es un buen tiempo para repensar nuestra actitud hacia los niños y lo que ocurre a los niños en nuestras sociedades. Los Cristianos que reconocen al infinito y todopoderoso Dios en la vulnerabilidad de un bebé recién nacido tienen todas las razones para hacer duras preguntas acerca de las maneras en que los niños llegan a ser despreciados, explotados, incluso atemorizados en nuestro mundo.

Todos sospechamos que en un tiempo de crisis económica mundial, serán los más vulnerables quienes tendrán que cargar con el mayor costo humano. El Santo Niño de Belén nos exige que resistamos esto con todas nuestras fuerzas, por el bien de aquel que, aunque era rico, por nuestro bien se volvió pobre, se volvió indefenso con los indefensos para poder exaltarnos a todos mediante su misericordia y gracia abundante.

Con toda bendición y el mejor deseo para Navidad y el Año Nuevo.

+Rowan Cantuar

Nota: esta es una traducción, realizada en nuestra Diócesis, del documento original en inglés, el cual puede ser obtenido en: http://www.aco.org/acns/news.cfm/2008/12/15/ACNS4548