Hoy, el Arzobispo de Canterbury, Dr. Rowan Williams, ha enviado una carta a los obispos de la Comunión Anglicana, expresando sus reflexiones personales sobre la Conferencia de Lambeth.
El texto completo de la carta puede ser encontrado a continuación:
Al finalizar la Conferencia de Lambeth de 2008, quisiera ofrecer algunas reflexiones personales más, sobre lo que los obispos reunidos en Canterbury han aprendido y experimentado. Aquellos de ustedes que han estado presentes aquí estarán en condiciones de compartir sus propias percepciones con su pueblo, pero puede ser útil para mí agregar mis propias perspectivas sobre hacia donde hemos sido conducidos.
Para la vasta mayoría de obispos, parece, este ha sido un tiempo donde sintieron que Dios estuvo en el trabajo. La Conferencia no fue un tiempo para crear nuevas leyes u obligaciones. A pesar de la forma en que algunos han expresado sus expectativas, las Conferencias de Lambeth nunca han trabajado directamente en esa dirección. El Grupo de Diseño de la Conferencia creyó fuertemente que la necesidad primordial de nuestra Comunión en este momento era la reconstrucción de las relaciones – la reconstrucción de la confianza unos con otros – y de la confidencia en nuestra identidad Anglicana. Y fue con esto en sus mentes que planearon un tipo diferente de Conferencia, determinada a permitir a cada obispo que su voz fuera escuchada y buscar un resultado final en el que los obispos estuvieran en condiciones de reconocer un auténtico informe de su propio trabajo.
Creo que la Conferencia tuvo éxito muy destacado en este punto – más de lo que la mayoría de la gente esperaba. Al final de nuestro tiempo juntos, muchas personas, especialmente algunos de los obispos nuevos, dijeron que se habían sorprendido por la gran convergencia que vieron. Y no puede haber duda que prácticamente todos los que estuvieron presentes sinceramente querían que la Comunión permaneciera junta.
Pero también reconocieron el desafío en quedarse juntos y la continua posibilidad de mayor división. En la medida que las propuestas para un Pacto Anglicano ahora continúan, es aún posible que algunos no estarán en condiciones de acordar; hubo un claro sentir de que algún tipo de pacto ayudará en nuestra identidad y cohesión, aunque los obispo quisieran evitar un tono legalista o jurídico. Una fuerte mayoría de los obispos presentes estuvieron de acuerdo que la moratoria en las bendiciones a parejas del mismo sexo y las intervenciones extra-provinciales era necesaria, pero tenían presente las dificultades de consciencia que significaban para algunos, y es necesario que haya una mayor claridad acerca de las exactas expectativas y qué puede ser implementado de manera realista. Qué tanto el intensificado sentido de permanecer juntos ayudará a la mutua limitación en estos asuntos es algo que está por verse. Pero puede decirse que pocos de aquellos que participaron, se fueron sin haber sentido que en algunos aspectos se movieron y cambiaron.
Éramos conscientes de la ausencia de muchos de nuestros colegas, y quisimos expresar nuestra tristeza porque no pudieran participar con nosotros y nuestro deseo de tender puentes y restaurar nuestro compañerismo. También teníamos presente el reciente encuentro en Jerusalén y sus declaraciones; muchos de nosotros expresaron un claro sentido de afinidad con mucho de lo que se dijo y estuvieron muy agradecidos de que muchos hayan participado en los dos encuentros, pero sabemos que hay trabajo por hacer para acercarnos más y estamos determinados a hacer ese trabajo.
El documento final de las Reflexiones de la Conferencia no es un “Informe” en el estilo de Conferencias previas, sino un intento de presentar un relato honesto de lo que fue discutido y expresado en los grupos “indaba”, grupos que conformaron el trabajo común principal de la Conferencia por parte del Grupo de Reflexiones. Pero aunque este documento no es un Informe formal, tiene varios indicadores sobre dónde están, en la Comunión, los objetivos y supuestos comunes. Permítanme mencionar algunos de estos.
Primero, hubo una aplastante unidad en torno a la necesidad, para la Iglesia, de ejecutar plenamente su parte en la lucha contra la pobreza, la ignorancia y la enfermedad. Los Objetivos para el Desarrollo del Milenio fueron remarcados repetidamente, y hubo un acuerdo universal de que tanto las agencias gubernamentales como las no gubernamentales necesitan crear asociaciones más efectivas con las iglesias, y ayudar a las iglesias a aumentar y mejorar su propia capacidad de generar el cambio por el bien de la justicia. Para fomentar esto, se acordó que necesitamos una mayor capacidad en la Comunión para el trabajo coordinado en el campo del desarrollo. Nuestra Marcha de Testimonio en Londres y el memorable discurso del Primer Ministro del Reino Unido formaron un poderoso foco para estas preocupaciones. Y el desafío a cada obispo de identificar objetivos claros para desarrollar políticas en la iglesia, responsables con el medio ambiente, fue articulado de forma contundente: se proveyó información a todos acerco de cómo el “carbon footprint”1 de la Conferencia en sí podría ser compensado, dándose un nuevo ímpetu al auto examen cuidadoso y crítico de todas nuestras prácticas. Se nos recordó, en testimonio de primera mano, que la supervivencia de muchas de nuestras más desventajosas comunidades estaba en riesgo como resultado del cambio ambiental. Esto nos permitió ver el asunto más claramente como uno de justicia tanto para la tierra de Dios como para el pueblo de Dios.
Segundo, en la cuestión controversial del día en que se trató la sexualidad humana, se mantuvo ampliamente la convicción de que un cambio unilateral o prematuro era riesgoso y divisivo, a pesar de la diversidad de opiniones expresadas en asuntos específicos. No hubo deseo de revisar la Resolución 1.10 de Lambeth 1998, aunque también hubo un compromiso claro en continuar la discusión pastoral y teológica de los asuntos involucrados. Sumado a un amplio apoyo a la moratoria en estas áreas ya mencionadas, hubo mucho apoyo a la idea de un “Foro Pastoral” como forma de abordar las tensiones presentes y futuras, y como cámara de intercambio de propuestas que conciernen el cuidado de grupos en desacuerdo con las visiones dominantes dentro de sus Provincias, de forma de evitar la confusa situación de violaciones a los límites provinciales y jurisdicciones competentes.
De manera importante, se reconoció que todos estos asuntos involucran una seria reflexión sobre la doctrina de la naturaleza humana y una continua profundización de nuestra comprensión del matrimonio Cristiano. Una sesión conjunta con obispos y esposas también nos recordó que una más amplia variedad de asuntos morales acerca del poder y la violencia en las relaciones entre hombres y mujeres necesita atención, si es que queremos hablar con credibilidad a las tensiones y sufrimientos de aquellos a quienes servimos.
Tercero, hubo un deseo general de encontrar mejores maneras de manejar nuestros asuntos como Comunión. Muchos participantes creyeron que el método indaba, aunque no está diseñado para obtener decisiones finales, fue un aspecto necesario para comprender cuáles podrían ser las preguntas, que expresaron su deseo de usar este método de manera más amplia – y continuar entre ellos mismos las conversaciones comenzadas en Canterbury. Esta es una guía importante para los encuentros de Primados y el CCA que tendrán lugar en la primera mitad del siguiente año, y estaré buscando identificar los recursos que necesitaremos para llevar adelante algunas de las propuestas acerca de nuestras estructuras y métodos.
La Conferencia fue bendecida ricamente en sus oradores invitados, quienes testificaron acerca de su aprecio por la herencia Anglicana, mientras nos realizaban agudas preguntas sobre qué tan flexibles y creativas eran nuestras políticas evangelísticas, acerca de la integración de nuestra pasión social y nuestra teología, y acerca de la naturaleza de la unidad que estábamos buscando, dentro de la Comunión Anglicana y con otras familias Cristianas. Nuestros muchos representantes ecuménicos jugaron un papel robusto y completo en todo nuestro trabajo en conjunto y tenemos con ellos una deuda considerable.
Finalmente y más importante que todo, estuvimos unidos dentro de una atmósfera de continua y profunda oración por nuestro Equipo de Capellanía. El compromiso de los miembros de la Conferencia a la adoración diaria fue impresionante; y esto tiene mucho que ver con la calidad de esa adoración, en momentos de profunda quietud y de exuberante celebración. Importó y mucho que tuviéramos la oportunidad de comenzar con un período de retiro en el contexto de la Catedral de Canterbury; la bienvenida que recibimos fue inmensamente generosa y todos valoramos el mensaje que claramente se nos dio, que esa era nuestra Catedral, y que todos nosotros éramos una parte plena de la comunidad de adoración que ha estado ahí desde que Agustín llegó a Canterbury en el 597.
Sé que todos los presentes quisieran que exprese nuevamente las gracias a todos aquellos que planearon y organizaron la Conferencia, a aquellos que hicieron los Estudios Bíblicos, aquellos que concibieron y monitorearon el trabajo de los grupos indaba, y todos aquellos que nos sirvieron tan devotamente de todas formas posibles – no menos a los Stewards, cuya energía y compromiso joviales, y el apoyo infalible de su presencia, nos dieron a todos una gran esperanza para el futuro. Gracias a todos ustedes – obispos y esposas – que participaron, por el gran compromiso mostrado y por el ánimo dado unos a otros.
Pero juntos damos gracias a Dios por su presencia con nosotros, su fidelidad hacia nosotros y sus dones a nuestra Comunión. Como fue dicho en la sesión plenaria de Clausura, creemos que Dios tiene más dones para dar a y a través de nuestra Comunión; y pedimos su gracia y asistencia en enseñarnos cómo recibir lo que quiere dar. “El que da al agricultor la semilla y el pan que lo alimenta, también les dará a ustedes la semilla en abundancia, y hará crecer los frutos de su justicia.” (2 Corintios 9, 10)
Su siervo en Cristo
+Rowan Cantuar
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1Nota del traductor: “carbon footprint” es una medida del impacto ambiental que las actividades humanas tienen en términos de cantidad de gases de invernadero producidos, medido en unidades de dióxido de carbono.
Nota: esta es una traducción, realizada en nuestra Diócesis, del documento original en inglés, el cual puede ser obtenido en:
http://aco.org/acns/news.cfm/2008/8/26/ACNS4514
El documento de reflexiones de la Conferencia de Lambeth así como la traducción del mismo, realizada en nuestra Diócesis, puede ser encontrado en:
http://www.lambethconference.org/reflections/document.cfm
El texto completo de la carta puede ser encontrado a continuación:
Al finalizar la Conferencia de Lambeth de 2008, quisiera ofrecer algunas reflexiones personales más, sobre lo que los obispos reunidos en Canterbury han aprendido y experimentado. Aquellos de ustedes que han estado presentes aquí estarán en condiciones de compartir sus propias percepciones con su pueblo, pero puede ser útil para mí agregar mis propias perspectivas sobre hacia donde hemos sido conducidos.
Para la vasta mayoría de obispos, parece, este ha sido un tiempo donde sintieron que Dios estuvo en el trabajo. La Conferencia no fue un tiempo para crear nuevas leyes u obligaciones. A pesar de la forma en que algunos han expresado sus expectativas, las Conferencias de Lambeth nunca han trabajado directamente en esa dirección. El Grupo de Diseño de la Conferencia creyó fuertemente que la necesidad primordial de nuestra Comunión en este momento era la reconstrucción de las relaciones – la reconstrucción de la confianza unos con otros – y de la confidencia en nuestra identidad Anglicana. Y fue con esto en sus mentes que planearon un tipo diferente de Conferencia, determinada a permitir a cada obispo que su voz fuera escuchada y buscar un resultado final en el que los obispos estuvieran en condiciones de reconocer un auténtico informe de su propio trabajo.
Creo que la Conferencia tuvo éxito muy destacado en este punto – más de lo que la mayoría de la gente esperaba. Al final de nuestro tiempo juntos, muchas personas, especialmente algunos de los obispos nuevos, dijeron que se habían sorprendido por la gran convergencia que vieron. Y no puede haber duda que prácticamente todos los que estuvieron presentes sinceramente querían que la Comunión permaneciera junta.
Pero también reconocieron el desafío en quedarse juntos y la continua posibilidad de mayor división. En la medida que las propuestas para un Pacto Anglicano ahora continúan, es aún posible que algunos no estarán en condiciones de acordar; hubo un claro sentir de que algún tipo de pacto ayudará en nuestra identidad y cohesión, aunque los obispo quisieran evitar un tono legalista o jurídico. Una fuerte mayoría de los obispos presentes estuvieron de acuerdo que la moratoria en las bendiciones a parejas del mismo sexo y las intervenciones extra-provinciales era necesaria, pero tenían presente las dificultades de consciencia que significaban para algunos, y es necesario que haya una mayor claridad acerca de las exactas expectativas y qué puede ser implementado de manera realista. Qué tanto el intensificado sentido de permanecer juntos ayudará a la mutua limitación en estos asuntos es algo que está por verse. Pero puede decirse que pocos de aquellos que participaron, se fueron sin haber sentido que en algunos aspectos se movieron y cambiaron.
Éramos conscientes de la ausencia de muchos de nuestros colegas, y quisimos expresar nuestra tristeza porque no pudieran participar con nosotros y nuestro deseo de tender puentes y restaurar nuestro compañerismo. También teníamos presente el reciente encuentro en Jerusalén y sus declaraciones; muchos de nosotros expresaron un claro sentido de afinidad con mucho de lo que se dijo y estuvieron muy agradecidos de que muchos hayan participado en los dos encuentros, pero sabemos que hay trabajo por hacer para acercarnos más y estamos determinados a hacer ese trabajo.
El documento final de las Reflexiones de la Conferencia no es un “Informe” en el estilo de Conferencias previas, sino un intento de presentar un relato honesto de lo que fue discutido y expresado en los grupos “indaba”, grupos que conformaron el trabajo común principal de la Conferencia por parte del Grupo de Reflexiones. Pero aunque este documento no es un Informe formal, tiene varios indicadores sobre dónde están, en la Comunión, los objetivos y supuestos comunes. Permítanme mencionar algunos de estos.
Primero, hubo una aplastante unidad en torno a la necesidad, para la Iglesia, de ejecutar plenamente su parte en la lucha contra la pobreza, la ignorancia y la enfermedad. Los Objetivos para el Desarrollo del Milenio fueron remarcados repetidamente, y hubo un acuerdo universal de que tanto las agencias gubernamentales como las no gubernamentales necesitan crear asociaciones más efectivas con las iglesias, y ayudar a las iglesias a aumentar y mejorar su propia capacidad de generar el cambio por el bien de la justicia. Para fomentar esto, se acordó que necesitamos una mayor capacidad en la Comunión para el trabajo coordinado en el campo del desarrollo. Nuestra Marcha de Testimonio en Londres y el memorable discurso del Primer Ministro del Reino Unido formaron un poderoso foco para estas preocupaciones. Y el desafío a cada obispo de identificar objetivos claros para desarrollar políticas en la iglesia, responsables con el medio ambiente, fue articulado de forma contundente: se proveyó información a todos acerco de cómo el “carbon footprint”1 de la Conferencia en sí podría ser compensado, dándose un nuevo ímpetu al auto examen cuidadoso y crítico de todas nuestras prácticas. Se nos recordó, en testimonio de primera mano, que la supervivencia de muchas de nuestras más desventajosas comunidades estaba en riesgo como resultado del cambio ambiental. Esto nos permitió ver el asunto más claramente como uno de justicia tanto para la tierra de Dios como para el pueblo de Dios.
Segundo, en la cuestión controversial del día en que se trató la sexualidad humana, se mantuvo ampliamente la convicción de que un cambio unilateral o prematuro era riesgoso y divisivo, a pesar de la diversidad de opiniones expresadas en asuntos específicos. No hubo deseo de revisar la Resolución 1.10 de Lambeth 1998, aunque también hubo un compromiso claro en continuar la discusión pastoral y teológica de los asuntos involucrados. Sumado a un amplio apoyo a la moratoria en estas áreas ya mencionadas, hubo mucho apoyo a la idea de un “Foro Pastoral” como forma de abordar las tensiones presentes y futuras, y como cámara de intercambio de propuestas que conciernen el cuidado de grupos en desacuerdo con las visiones dominantes dentro de sus Provincias, de forma de evitar la confusa situación de violaciones a los límites provinciales y jurisdicciones competentes.
De manera importante, se reconoció que todos estos asuntos involucran una seria reflexión sobre la doctrina de la naturaleza humana y una continua profundización de nuestra comprensión del matrimonio Cristiano. Una sesión conjunta con obispos y esposas también nos recordó que una más amplia variedad de asuntos morales acerca del poder y la violencia en las relaciones entre hombres y mujeres necesita atención, si es que queremos hablar con credibilidad a las tensiones y sufrimientos de aquellos a quienes servimos.
Tercero, hubo un deseo general de encontrar mejores maneras de manejar nuestros asuntos como Comunión. Muchos participantes creyeron que el método indaba, aunque no está diseñado para obtener decisiones finales, fue un aspecto necesario para comprender cuáles podrían ser las preguntas, que expresaron su deseo de usar este método de manera más amplia – y continuar entre ellos mismos las conversaciones comenzadas en Canterbury. Esta es una guía importante para los encuentros de Primados y el CCA que tendrán lugar en la primera mitad del siguiente año, y estaré buscando identificar los recursos que necesitaremos para llevar adelante algunas de las propuestas acerca de nuestras estructuras y métodos.
La Conferencia fue bendecida ricamente en sus oradores invitados, quienes testificaron acerca de su aprecio por la herencia Anglicana, mientras nos realizaban agudas preguntas sobre qué tan flexibles y creativas eran nuestras políticas evangelísticas, acerca de la integración de nuestra pasión social y nuestra teología, y acerca de la naturaleza de la unidad que estábamos buscando, dentro de la Comunión Anglicana y con otras familias Cristianas. Nuestros muchos representantes ecuménicos jugaron un papel robusto y completo en todo nuestro trabajo en conjunto y tenemos con ellos una deuda considerable.
Finalmente y más importante que todo, estuvimos unidos dentro de una atmósfera de continua y profunda oración por nuestro Equipo de Capellanía. El compromiso de los miembros de la Conferencia a la adoración diaria fue impresionante; y esto tiene mucho que ver con la calidad de esa adoración, en momentos de profunda quietud y de exuberante celebración. Importó y mucho que tuviéramos la oportunidad de comenzar con un período de retiro en el contexto de la Catedral de Canterbury; la bienvenida que recibimos fue inmensamente generosa y todos valoramos el mensaje que claramente se nos dio, que esa era nuestra Catedral, y que todos nosotros éramos una parte plena de la comunidad de adoración que ha estado ahí desde que Agustín llegó a Canterbury en el 597.
Sé que todos los presentes quisieran que exprese nuevamente las gracias a todos aquellos que planearon y organizaron la Conferencia, a aquellos que hicieron los Estudios Bíblicos, aquellos que concibieron y monitorearon el trabajo de los grupos indaba, y todos aquellos que nos sirvieron tan devotamente de todas formas posibles – no menos a los Stewards, cuya energía y compromiso joviales, y el apoyo infalible de su presencia, nos dieron a todos una gran esperanza para el futuro. Gracias a todos ustedes – obispos y esposas – que participaron, por el gran compromiso mostrado y por el ánimo dado unos a otros.
Pero juntos damos gracias a Dios por su presencia con nosotros, su fidelidad hacia nosotros y sus dones a nuestra Comunión. Como fue dicho en la sesión plenaria de Clausura, creemos que Dios tiene más dones para dar a y a través de nuestra Comunión; y pedimos su gracia y asistencia en enseñarnos cómo recibir lo que quiere dar. “El que da al agricultor la semilla y el pan que lo alimenta, también les dará a ustedes la semilla en abundancia, y hará crecer los frutos de su justicia.” (2 Corintios 9, 10)
Su siervo en Cristo
+Rowan Cantuar
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1Nota del traductor: “carbon footprint” es una medida del impacto ambiental que las actividades humanas tienen en términos de cantidad de gases de invernadero producidos, medido en unidades de dióxido de carbono.
Nota: esta es una traducción, realizada en nuestra Diócesis, del documento original en inglés, el cual puede ser obtenido en:
http://aco.org/acns/news.cfm/2008/8/26/ACNS4514
El documento de reflexiones de la Conferencia de Lambeth así como la traducción del mismo, realizada en nuestra Diócesis, puede ser encontrado en:
http://www.lambethconference.org/reflections/document.cfm