martes, 22 de julio de 2008

Frotando las narices... Notas de nuestro Obispo desde Lambeth

Ayer comentaba acerca de las muchas maneras de decir “Hola” que tienen los Obispos de distintas partes del mundo, pero debo confesar que es necesario hacer una corrección a mi reporte. Cuando dije que una de ellas es apoyar las frentes una contra otra, estaba equivocado. En realidad es lo que parece a la distancia, pero esta mañana, mientras estaba haciendo cola en la larga fila del desayuno, quedé cerca del Obispo de Perth y le pregunté por ésta costumbre. Me aclaró que es una costumbre Maorí, de los aborígenes de Nueva Zelandia, y se llama “Te Hongi” o “Hongi”. No es como la costumbre esquimal, sino que simplemente tocan la punta de su nariz u ocasionalmente un lado primero, y luego el otro. El Obispo de Perth mencionó que la idea es sentir la respiración de la otra persona, y viceversa, para recordar que hemos sido creados por el mismo Dios, y que sin importar las diferencias que podamos tener, hemos sido creados con el mismo aliento divino que compartimos. Creo que los Maorís de Nueva Zelandia están muy acertados en esto. Nuestros alientos no son ricos o pobres, blancos, negros o marrones, no importa de qué parte del planeta venimos, el aliento es el mismo sin importar el idioma que hablemos. Verdaderamente es un buen recordatorio para nosotros, Obispos en Lambeth, de comenzar a sentir nuestros alientos y comprender que servimos al mismo Cristo, y dejar de demonizarnos unos a otros.

Es asombrosa la cantidad de Obispos que han declarado a la prensa que no vendrían, pero pareciera que reconsideraron su ausencia y aquí están. Podrán estar de acuerdo o no con el Arzobispo de Canterbury, pero aquí están. No me refiero solamente a los conservadores, que habían expresado su intención de no venir y boicotear la Conferencia, pero que al final reconocieron que hay un solo Arzobispo de Canterbury, y que las otras imitaciones no son lo suficientemente buenas. También algunos liberales, que declararon su ausencia terminaron reconsiderando su decisión, y terminamos teniendo una Conferencia de Lambeth mayor que la que habíamos participado con Marta.

El viernes, después del estudio bíblico y de oración, volvimos a la Catedral de Canterbury donde el Arzobispo estaba con todas sus luces. Tocó algunos puntos que me llegaron profundamente.

Dijo que la imagen de los Apóstoles en el Nuevo Testamento, es la de una persona que está viajando constantemente, y siempre en el camino. Las personas itinerantes tienen que adaptarse y aprender distintos idiomas. El Obispo necesita hablar en nombre de Dios, y ser capaz de conocer profundamente el lenguaje de Dios, pero también el de la gente. El Obispo se transforma en un lingüista, cuando aprende el lenguaje de Dios reconociendo los matices, y comienza a entender lo que está bajo la superficie.

Nos recordó a San Pablo, cuando fue tirado de su caballo, para que pudiera aprender el lenguaje de Cristo, y terminó siendo considerado un tonto entre aquellos que antes le llamaron sabio. Fue un apóstol, como lo somos los Obispos, pero debió aprender un nuevo lenguaje. Lo aprendió, y declaró que él se debía a todos.

Habló de la distinción existente entre una persona religiosa, que conoce el lenguaje y las costumbres de la iglesia, donde todo es familiar y en cierta forma tranquilo, de la persona de fe, que lucha por el futuro con temor y temblor, ansiando confiar en Dios en el medio de lo desconocido.

Por la tarde, el Arzobispo de Canterbury comenzó citando la declaración de Tertuliano, de que un Cristiano solitario no es un Cristiano. Dijo que un Obispo solitario no es un Apóstol; un discípulo solitario no es un discípulo. Nosotros, como Obispos, no presidimos ramas locales de una gran corporación. Somos más bien células del mismo cuerpo, y es por esto que una ruptura en la comunión es tan dolorosa.

La oración común que es fiel a nuestra identidad Anglicana, consiste en ser fieles unos con los otros en el compartir de nuestro ministerio Episcopal colegiado.

Nos llamó a restaurar la confidencia unos con otros, y a darnos cuenta de que si en alguna forma somos una comunidad de Obispos, estamos aquí para trabajar nuestras diferencias. Nos sugirió que cada Obispo debería buscar a algún otro con el que tengamos cierto recelo, o que nos inquiete, y lo invitemos a orar con nosotros. Es el modelo de cómo debería ser la Iglesia y la vida del Obispo.

Siento que hoy el Arzobispo nos desafió a buscar la reconciliación sin sentir que nos estamos traicionando a nosotros mismos. Es un excelente orador, y se puede sentir el poder del Espíritu cuando les habla a los Obispos.

Por favor, continúen orando por todos los Obispos y sus esposas durante la Conferencia de Lambeth.

Bendiciones,

+Miguel

Todas las fotos en este post (c) The Anglican Communion