Buenos días a todos.
Y una muy, pero muy cálida bienvenida al Palacio de Lambeth. Estoy muy complacido de que hayan podido venir a nuestro modesto hogar.
Particularmente complacido por la solidaridad que ha sido mostrada en esta caminata matinal, que pienso ha sido una experiencia memorable. Y al igual que todos ustedes estoy seguro, estoy muy, pero muy agradecido por todos aquellos de otras Iglesias Cristianas y expresiones de fe que tan generosamente se han unido a nosotros esta mañana para testimoniar juntos.
Pero antes de entrar en reflexiones más profundas sobre dónde estamos y lo que esperamos hoy, quisiera presentarle a nuestro invitado de honor del día de hoy, el Primer Ministro del Reino Unido, Gordon Brown, una carta que he escrito expresando algunas cosas sobre la resolución de la Comunión Anglicana en el tema de las Metas para el Desarrollo del Milenio a la luz de muchos encuentros y resoluciones de los últimos años, que buscaron expresar nuestro compromiso con las metas que han sido definidas por los Gobiernos del mundo, metas que han sido generosa y fielmente apoyadas por el Primer Ministro y otros aquí, y que creemos hoy continuarán llevándolas adelante aún más. Primer ministro, en representación de todos nosotros... [la carta le es presentada].
Primer Ministro, invitados de honor, hermanos y hermanas. Una de las más grandes paradojas del mundo en el que vivimos, es que de muchas formas el mundo pareciera ser más pequeño de lo que siempre ha sido; y sin embargo las divisiones entre las personas del mundo son más grandes que las que siempre ha habido. Comunicaciones significa que ahora podemos saber inmediatamente acerca de los sufrimientos y necesidades de la gente en la otra parte del mundo, y aún así, la brecha sigue haciéndose más grande todo el tiempo. Cuando las Metas para el Desarrollo del Milenio fueron identificadas en el año del Milenio, y cuando tantos Gobiernos del mundo firmaron su adhesión a esa visión, fue un intento de salvar esas grandes distancias entre ricos y pobres, un intento de decir que el mundo puede tener un futuro común descansando en la justicia y la compasión. Fue el momento de reconocer que, a menos que abordemos estas grandes brechas que existen entre los seres humanos, no podemos esperar un futuro de estabilidad o bienestar para ninguno de nosotros.
Mientras el mundo se hace más pequeño, la verdad es que el sufrimiento y la necesidad de cualquiera en nuestra comunidad global serán, tarde o temprano, el sufrimiento y la necesidad de todos en nuestra comunidad global. Esto no es, y no debería ser, una sorpresa para aquellos de ustedes que afirman la Fe Cristiana, quienes por dos mil años han creído que cuando una parte del cuerpo sufre, todo sufre. Pero es también una visión compartida por muchas personas de Fe y compromiso a lo largo del mundo y a lo largo de nuestra propia tierra.
El evento de hoy no es un evento para nosotros, Anglicanos reunidos para la Conferencia de Lambeth. Hemos compartido parte del plan y la visión con otros grupos, como la red llamada “Desafío Miqueas”. Esta red internacional de Cristianos preocupados por temas del desarrollo descansa en la visión del profeta Miqueas en las escrituras Hebreas: ¿Qué es lo que el Señor requiere de ti? Practicar la justicia, amar la misericordia y caminar humildemente con tu Dios.
Este es el desafío que hoy buscamos confrontar. Estamos comprometiéndonos a nosotros mismos, como Obispos, como creyentes Anglicanos, como personas de Fe a hacer justicia; esto es, a buscar sistemas en nuestro mundo que darán a cada persona lo que merece a los ojos de Dios. No lo que merecen a causa de su prosperidad o triunfo, sino lo que merecen porque fueron hechos a imagen de Dios y demandan nuestro respeto, nuestro amor y nuestro servicio sin que los estemos calificando. Esa es la justica. Debemos amar la misericordia. Debemos ser personas cuya compasión sea rápidamente conmovida por cualquier miembro de nuestra familia humana. Personas que sientan que si la compasión no se realiza y se comparte, todos nos volvemos menos humanos. Y debemos caminar humildemente con nuestro Dios. Debemos reconocer nuestras limitaciones. Debemos reconocer que todos dependemos de nuestro amor, un regalo, un compromiso de Dios, más grande que cualquier palabra pueda expresar, que es la energía que sostiene nuestra visión. Humildad, gratitud y esperanza vienen juntas en este reconocimiento. Este es el desafío, esto es lo que buscamos encarar hoy, esto es a lo que hoy decimos “sí” en nuestra reunión.
Y mientras invito al Primer Ministro a hablar, quisiera decir que somos agradecidamente conscientes de la forma en la que él y muchos en nuestro Gobierno han continuado en hacer de esta visión, que tiene el molde de Miqueas, una prioridad. Y esperamos que nuestro Gobierno mantenga la presión en otros Gobiernos del mundo para que estén al nivel del desafío que se les presenta. Sabemos que la sesión especial de las Naciones Unidas, en setiembre, será un momento crucial para reforzar la resolución de las naciones del mundo en alcanzar las Metas del Desarrollo del Milenio. Todos conocemos con pena, con gran pesar, qué lejos se ha deslizado la posibilidad de alcanzar esas metas, por todo tipo de circunstancias. Queremos desafiar a los líderes de nuestro mundo a que sean fieles a las promesas que hicieron: el compromiso con el pobre, el deseo de hacer justicia, amar la misericordia y caminar humildemente. Así que, Primer Ministro, le agradecemos muy, pero muy profundamente su deseo de estar con nosotros esta mañana. Esto significa, lo sé, un gran desafío para los que estamos reunidos aquí. Estamos agradecidos por el compromiso que usted ha consistentemente mostrado con las Metas del Desarrollo del Milenio. He sido privilegiado en conocer un poco de cuán personalmente usted siente estos desafíos, y cuánto su propia pasión es que estas cosas ocurran. Así que es con un muy gran placer y gratitud que lo invito a que se dirija a nosotros. Primer Ministro.
Todas las fotos en este post (c) Francisco J. Duque
Nota: esta es una traducción, realizada en nuestra Diócesis, del documento original en inglés, el cual puede ser obtenido en:
http://www.lambethconference.org/daily/news.cfm/2008/7/24/Keep-the-Promise
Y una muy, pero muy cálida bienvenida al Palacio de Lambeth. Estoy muy complacido de que hayan podido venir a nuestro modesto hogar.
Particularmente complacido por la solidaridad que ha sido mostrada en esta caminata matinal, que pienso ha sido una experiencia memorable. Y al igual que todos ustedes estoy seguro, estoy muy, pero muy agradecido por todos aquellos de otras Iglesias Cristianas y expresiones de fe que tan generosamente se han unido a nosotros esta mañana para testimoniar juntos.
Pero antes de entrar en reflexiones más profundas sobre dónde estamos y lo que esperamos hoy, quisiera presentarle a nuestro invitado de honor del día de hoy, el Primer Ministro del Reino Unido, Gordon Brown, una carta que he escrito expresando algunas cosas sobre la resolución de la Comunión Anglicana en el tema de las Metas para el Desarrollo del Milenio a la luz de muchos encuentros y resoluciones de los últimos años, que buscaron expresar nuestro compromiso con las metas que han sido definidas por los Gobiernos del mundo, metas que han sido generosa y fielmente apoyadas por el Primer Ministro y otros aquí, y que creemos hoy continuarán llevándolas adelante aún más. Primer ministro, en representación de todos nosotros... [la carta le es presentada].
Primer Ministro, invitados de honor, hermanos y hermanas. Una de las más grandes paradojas del mundo en el que vivimos, es que de muchas formas el mundo pareciera ser más pequeño de lo que siempre ha sido; y sin embargo las divisiones entre las personas del mundo son más grandes que las que siempre ha habido. Comunicaciones significa que ahora podemos saber inmediatamente acerca de los sufrimientos y necesidades de la gente en la otra parte del mundo, y aún así, la brecha sigue haciéndose más grande todo el tiempo. Cuando las Metas para el Desarrollo del Milenio fueron identificadas en el año del Milenio, y cuando tantos Gobiernos del mundo firmaron su adhesión a esa visión, fue un intento de salvar esas grandes distancias entre ricos y pobres, un intento de decir que el mundo puede tener un futuro común descansando en la justicia y la compasión. Fue el momento de reconocer que, a menos que abordemos estas grandes brechas que existen entre los seres humanos, no podemos esperar un futuro de estabilidad o bienestar para ninguno de nosotros.
Mientras el mundo se hace más pequeño, la verdad es que el sufrimiento y la necesidad de cualquiera en nuestra comunidad global serán, tarde o temprano, el sufrimiento y la necesidad de todos en nuestra comunidad global. Esto no es, y no debería ser, una sorpresa para aquellos de ustedes que afirman la Fe Cristiana, quienes por dos mil años han creído que cuando una parte del cuerpo sufre, todo sufre. Pero es también una visión compartida por muchas personas de Fe y compromiso a lo largo del mundo y a lo largo de nuestra propia tierra.
El evento de hoy no es un evento para nosotros, Anglicanos reunidos para la Conferencia de Lambeth. Hemos compartido parte del plan y la visión con otros grupos, como la red llamada “Desafío Miqueas”. Esta red internacional de Cristianos preocupados por temas del desarrollo descansa en la visión del profeta Miqueas en las escrituras Hebreas: ¿Qué es lo que el Señor requiere de ti? Practicar la justicia, amar la misericordia y caminar humildemente con tu Dios.
Este es el desafío que hoy buscamos confrontar. Estamos comprometiéndonos a nosotros mismos, como Obispos, como creyentes Anglicanos, como personas de Fe a hacer justicia; esto es, a buscar sistemas en nuestro mundo que darán a cada persona lo que merece a los ojos de Dios. No lo que merecen a causa de su prosperidad o triunfo, sino lo que merecen porque fueron hechos a imagen de Dios y demandan nuestro respeto, nuestro amor y nuestro servicio sin que los estemos calificando. Esa es la justica. Debemos amar la misericordia. Debemos ser personas cuya compasión sea rápidamente conmovida por cualquier miembro de nuestra familia humana. Personas que sientan que si la compasión no se realiza y se comparte, todos nos volvemos menos humanos. Y debemos caminar humildemente con nuestro Dios. Debemos reconocer nuestras limitaciones. Debemos reconocer que todos dependemos de nuestro amor, un regalo, un compromiso de Dios, más grande que cualquier palabra pueda expresar, que es la energía que sostiene nuestra visión. Humildad, gratitud y esperanza vienen juntas en este reconocimiento. Este es el desafío, esto es lo que buscamos encarar hoy, esto es a lo que hoy decimos “sí” en nuestra reunión.
Y mientras invito al Primer Ministro a hablar, quisiera decir que somos agradecidamente conscientes de la forma en la que él y muchos en nuestro Gobierno han continuado en hacer de esta visión, que tiene el molde de Miqueas, una prioridad. Y esperamos que nuestro Gobierno mantenga la presión en otros Gobiernos del mundo para que estén al nivel del desafío que se les presenta. Sabemos que la sesión especial de las Naciones Unidas, en setiembre, será un momento crucial para reforzar la resolución de las naciones del mundo en alcanzar las Metas del Desarrollo del Milenio. Todos conocemos con pena, con gran pesar, qué lejos se ha deslizado la posibilidad de alcanzar esas metas, por todo tipo de circunstancias. Queremos desafiar a los líderes de nuestro mundo a que sean fieles a las promesas que hicieron: el compromiso con el pobre, el deseo de hacer justicia, amar la misericordia y caminar humildemente. Así que, Primer Ministro, le agradecemos muy, pero muy profundamente su deseo de estar con nosotros esta mañana. Esto significa, lo sé, un gran desafío para los que estamos reunidos aquí. Estamos agradecidos por el compromiso que usted ha consistentemente mostrado con las Metas del Desarrollo del Milenio. He sido privilegiado en conocer un poco de cuán personalmente usted siente estos desafíos, y cuánto su propia pasión es que estas cosas ocurran. Así que es con un muy gran placer y gratitud que lo invito a que se dirija a nosotros. Primer Ministro.
Todas las fotos en este post (c) Francisco J. Duque
Nota: esta es una traducción, realizada en nuestra Diócesis, del documento original en inglés, el cual puede ser obtenido en:
http://www.lambethconference.org/daily/news.cfm/2008/7/24/Keep-the-Promise